Una cuestión de significado

La danza es una de las más antiguas de las bellas artes. El instinto rítmico se percibió en el humano aún antes de reconocer el mundo exterior lingüísticamente.
Los pueblos originarios han incluido a la danza en todos los sucesos importantes de su vida, ofrendas, sacrificios, rituales, fiestas de casamiento, de circuncisión, los funerales, la caza, la guerra, la enfermedad, la siembra y la recolección. Incluso era respetada por la casta sacerdotal y respaldada por los lazos que crea la transición generacional. Incluso la desnudez tenía entre los egipcios un sentido religioso. En algunas antiguas civilizaciones se pensaba que la fertilidad humana estaba directamente relacionada con la tierra. A las mujeres, creadoras de vida, se les atribuía poderes mágicos. Las danzas que representan la caza, expresan los peligros o la falta de suerte a los que está expuesto el cazador, al igual que la danza de la madre expresa el afán materno por su hijo. Las danzas de la guerra y las rituales aparecieron tardíamente cuando el humano empezó a transitar por conflictos bélicos y a adorar a sus señores. En los bailes con espadas en un funeral o un matrimonio, se simboliza el dominio a través de las armas, con la finalidad de proteger al novio o al difunto de sus enemigos.
Como toda danza ritual, la danza del vientre representa algunos animales y los cuatro elementos de la naturaleza. La serpiente (animal sagrado en el Antiguo Egipto), el camello, el halcón, el chacal. La tierra se refleja en el contacto de los pies descalzos en el piso, el fuego en la vibración de la cadera, el agua en el pecho y el aire en los movimientos de brazos y manos.
Lamentablemente, con el triunfo del Islam, el judaísmo, el cristianismo, en resumen, con el auge del monoteísmo, la danza del vientre pasó de lo sagrado a lo vergonzoso, y se desvirtuó absolutamente la capacidad estética, expresiva y espiritual de las bailarinas.
Aclaremos que es conveniente hablar de danza del vientre y no de “árabe” u “oriental” por lo siguiente: el vientre figura el centro físico y espiritual de las personas, además, el término “árabe” es incorrecto porque en nuestra danza intervienen elementos que provienen de culturas distintas o anteriores a aquella, como la faraónica, la fenicia, la turca, la nubia o la beréber. Tampoco la llamaremos “oriental”, puesto que oriental es también la danza india, china o japonesa.
La danza del vientre puede ser considerada la danza clásica del mundo árabe, puesto que amalgama los estilos musicales y los movimientos de cada uno de sus pueblos; se diferencia de la occidental en que todos sus movimientos tienen un origen étnico definible y una historia, un porqué, proviene de hombres y mujeres de otros tiempos pero de la misma cultura, por lo que no se requiere una técnica muy estricta, sino que surge del sentimiento y no de la razón. Es una danza que se encuentra a medio camino entre el folclore y la creación individual, porque a pesar de que hay en ella una estructura básica definida, hay un componente clave de improvisación, arribando a un equilibrio entre la regla y la libertad, fomentando la creatividad de las bailarinas.

La danza en Egipto

Egipto, por su propia fuerza histórica, ha difundido entre sus vecinos sus descubrimientos artísticos. Conocemos el amor que profesaban hacia la música, y los instrumentos más utilizados por ellos eran el arpa, el rabel, los instrumentos de viento y los adufes. Sonaban para acompañar las fiestas de desbordamiento del Nilo, las celebraciones de la cosecha, las de la coronación, los desposorios y la circuncisión. La música de carácter funerario se debía a su creencia en lo efímero de esta vida, y en el segundo encuentro luego de la muerte, y la danza era la protagonista en estas celebraciones.
Se conservan bajorrelieves y pinturas en museos europeos que representan escenas de danzas. Hay algunos cuyo origen se sitúa en el Antiguo Egipto conde podemos apreciar la danza del vientre ligada a rituales festivos, muchachas cantando, golpeándose los muslos, danzando y chasqueando los dedos para seguir el ritmo de la música (costumbre que ha evolucionado hasta la utilización de unos pequeños instrumentos musicales que se colocan en los dedos y se chocan entre sí al son de la música, se denominan saggats o crótalos). Encontramos también en el museo de Brooklyn en Nueva York una muñeca de barro que muestra un movimiento de baile, y que se estima que pertenece al 4000 aC. Seguramente, esta pieza esté relacionada con ceremoniales míticos ligados a la magia que se utilizaban para alejar las enfermedades, la envidia y los espíritus malignos, con la ayuda de la danza. Esto abona la teoría de que probablemente existiera este baile aún antes de la época faraónica.
Con respecto a la mujer, existen pruebas del interés de la misma en este período por los adornos y el embellecimiento, que la condujo a fabricar joyas y collares de barro, a extraer de las piedras polvo para maquillar, a perfilarse los ojos con antimonio, a confeccionar pelucas de trenzas, a utilizar perfumes. Estos fenómenos, traducidos en las paredes de los templos y de las tumbas, demuestran el grado de refinamiento alcanzado por la mujer egipcia. Asimismo los antiguos egipcios conocieron el tatuaje, al que le conferían una dimensión religiosa muy especial, y se sabe que las bailarinas tatuaban a sus dioses (como el Dios enano Bes, ridículo y feo) en diferentes partes de su cuerpo para rendirles culto. Se han hallado incluso momias con restos de tatuajes que representan formas geométricas, peces que simbolizan la procreación, pájaros verdes relacionados con la paz, lunas crecientes de la fertilidad, etc.
Ya mencionamos anteriormente, que se ha demostrado que los orígenes de la danza del vientre se remontan a la antigüedad en Egipto. Ahora bien, Shokry Mohamed nos cuenta en su libro “La mujer y la danza Oriental” que gracias a los restos arqueológicos, pinturas, etc, se ha deducido que en sus cimientos, la danza podía dividirse en cuatro grupos: las sagradas, las laicas, las oficiales y las populares.
Las danzas sagradas eran las que se organizaban en honor a algún dios. Cuando se celebraban fiestas religiosas, las bailadoras realizaban juegos acrobáticos, realizando entre todas formas geométricas.
Los bailes laicos se organizaban, al contrario, en el seno social (bodas, banquetes, fiestas para recordar a los muertos y mantenerlos alegres en sus tumbas, etc.)
Las danzas oficiales estaban a cargo del rey o sus súbditos religiosos, sacerdotes y sacerdotisas y en general giraban en torno a un gran dios; en estas danzas actuaban enanos, con la función de recordar al ya mencionado dios Bes. Las danzas populares o civiles eran las que se celebraban en palacios y casas, que eran ejecutados por hombres y mujeres que estaban al servicio de los señores de las grandes mansiones.
Es importante destacar que existía una danza llamada “la estrellada”, la más antigua del período faraónico, una danza de templo, con movimientos circulares en torno a la piedra sagrada de los sacrificios, pues se pensaba que dicha piedra representaba al sol, eje del universo y de los astros. Se podría sugerir de las danzas sufíes actuales son una prolongación de aquellas, teniendo la finalidad éstas últimas de entrar en trance.

La danza en la era copta y en la era musulmana

Se han hallado diversos tipos de danza representadas en los restos arqueológicos coptos, entre los más importantes encontramos varios tejidos de lana, datados en el primer siglo de la era cristiana. En ellos aparecen mujeres ejecutando un tipo de baile con un marcado estilo griego. Más tarde, durante la era musulmana, la danza se tornó más estricta, evitándose la desnudez de los danzantes, era una danza menos “provocativa”. Después de este período se dificulta el seguimiento los estadios de la danza de oriente; se dejó de escribir acerca de ella, retornado a los libros recién para los siglos XIII y XIX, fundamentalmente en las descripciones de los extranjeros que viajaron a Egipto por aquellos años. Luego, nuestro arte siguió camino hacia su degradación, ya que incluso lo escrito durante el S XIX considera a la danza como algo vergonzante, de mal gusto. Con respecto a las danzas coptas, existen pruebas fundadas en imágenes de templos y tumbas de que la danza del vientre aún se seguía bailando en el período estudiado, es decir, hay influencia de los bailes faraónicos en este lapso. Estas pruebas nos permiten considerar que se trataba de una danza sumamente rica, con aspectos contradictorios y complementarios, pues se oscila entre una incitación al libertinaje (la desnudez por ejemplo) y representaciones de ritos funerarios, incluyendo lloronas en dichas celebraciones. Se añade a lo anterior el alicante del rasgo mágico en ciertos retratos, con bailarinas convulsionándose y retorciéndose al son de los panderos, los adufes y los crótalos, para reencarnar en un nuevo cuerpo. Y por último, se percibe la presencia de equilibristas en diversas clases de fiestas. Por consiguiente, deducimos que es muy probable que estas manifestaciones se deban a la intención de respetar antiguos ritos religiosos que todavía permanecían vivos.
En el período musulmán encontramos bailes más sobrios, una serie de danzas tradicionales mixtas, con vestimentas poco exuberantes y movimientos delicados. Sin embargo, a su vez, existieron al mismo tiempo otras escuelas de danza que enseñaban una danza vacía, abocada a la mera excitación de los sentidos.

Intercambios con otras regiones

La danza del vientre no es estática, está sujeta al dinamismo del hombre, por lo que sabemos que viajó con las esclavas que iban de oriente a occidente y viceversa, y siguiendo las conquistas musulmanas llegó hasta Al Andaluz. Tanto la danza como la música y la poesía se transmitieron en los palacios de Granada, Córdoba y Sevilla. Aclaremos que durante este período hubo un fenómeno de intercambio cultural entre Egipto, Bagdad y otras ciudades andalusíes.
Además, las repercusiones de la cultura egipcia sobre civilizaciones mediterráneas como la griega y la romana alcanzaron todas las facetas del arte, y la danza no estuvo sólo no estuvo excluida, sino que fue una de las más destacadas. Del mismo modo, la danza del vientre se vio afectada por matices de otros pueblos, ajenos a ella en sus orígenes. Así, contiene elementos africanos (a raíz de la ocupación etíope del sur de Egipto), otros persa, macedonios de la época de dominación griega, e incluso beréberes (los magrebíes y beduinos llegaron en repetidas oleadas migratorias), sin olvidar a los árabes, turcos somalíes u otomanos y mamelucos. De todas formas, estos aportes no atentan contra los antiguos orígenes faraónicos de la danza, sino que la abonaron para que posteriormente surgieran otros estilos.

La danza llega a Occidente

Muchos aspectos de la danza oriental fueron llevados a Occidente durante el S IXI, mediante cuadros y esculturas de la autoría de artistas occidentales inspirados en estos singulares movimientos, y sobre todo en la atmósfera generada en torno a estas manifestaciones; la existencia de bailarinas en el harén, los mercados y los baños públicos era inusual para los pintores e investigadores occidentales, que provenían de un continente donde el baile se contemplaba en escenarios. Así, el público occidental se fascinó con la danza, y este hecho generó un marcado incremento en el turismo , a la vez que el deseo de mujeres europeas, latinoamericanas, norteamericanas y japonesas de aprender a sentir la magia de este baile, y de todo lo ligado a él, como el canto, los tatuajes, la novela, los perfumes y los cosméticos orientales; y en muchos casos numerosos grupos de mujeres interesadas han viajado a Oriente para embeberse de toda esa cultura y para tomar clases con profesionales nativos, apuntando luego a divulgarla en sus países de origen. A su vez, los pintores y escritores orientalistas incluyeron en sus obras el análisis del baile, el canto, el idioma y las costumbres de la mujer oriental desde la Antigüedad.

La esencia de la danza y sus desvíos

La clave que permite reconocer a las auténticas bailarinas es la expresión del cuerpo, su capacidad para establecer una comunicación anímica entre su ejecutante y los espectadores. Hay un palpable valor espiritual que puede trasmitirse a través de esta danza: la danzante puede exteriorizar cualquier sentimiento sin gestos o insinuaciones grotescas. En su danza están encerradas la profundidad de los proverbios y las mayores paradojas: dolor, amor, esperanza, alegría, reto, liberación y gritos de libertad, el amor y el odio hacia el hombre oriental, la tristeza, la alegría, la inocencia, la rebelión, la docilidad, el perdón, el rencor, los celos.
Las bailarinas genuinas consiguen la brillantez sin enseñar todos sus encantos, cuanto más real es su manera de bailar, más directamente llegará al público. La exagerada actuación no es para nada beneficiosa para el mantenimiento de la fidelidad hacia la naturaleza de esta danza, aunque sí tal vez para aquellas ejecutantes que persiguen objetivos exclusivamente monetarios sin reparar en que su baile responda a los valores espirituales de la danza del vientre.
Tanto la danza oriental como la occidental se condicen con la psicología y la cultura de los pueblos a los que pertenecen. El baile moderno occidental es muy repetitivo e insiste en los mismos movimientos muy rigurosamente, la danza oriental se basa en una expresión danzada mezclada con los sentimientos, produciéndose si la bailarina está realmente inmersa en la música una hipnosis que la envuelve a ella y a su público. Sin embargo, hay bailarinas que se consideran profesionales, pero que son un insulto a la belleza de la danza, que bailan altaneramente, o se aceleran sin reparar en el ritmo musical, o se obsesionan con su apariencia. Por suerte, existen muchas bailarinas que honran la danza, transmiten dulcemente la hermosura de los movimientos y la profundidad de los sentimientos que afloran en una presentación; siendo posible aún que sin traje y al son de cualquier música logren efectos igualmente asombrosos.




Bibliografía:

HADDAD Leila, Danza del vientre, por Leila, bailarina de danza del vientre y médica, Brasil 1994.Resumen de una nota de un diario español sobre una presentación de Leila Haddad en Paris, 1992.
MOHAMED Shokry, Introducción; La danza en la antigüedad; La danza en el período faraónico; La danza en diversas épocas, La mujer y la danza; Otras danzas, EN: La danza Mágica del Vientre, Mandala ediciones.
MOHAMED Shokry, Introducción; La mujer y la vida; La danza oriental antigua; La danza oriental según la visión de Occidente, la danza del vientre EN: La mujer y la Danza Oriental, La Danza Mágica del Vientre II, Mandala Ediciones.