LECTURA COMPLEMENTARIA
Artículo sobre conceptos de expresión corporal aplicados a la danza del vientre, sobre el libro "Vivir en su cuerpo"

En el libro que tomamos de base para relacionar a la danza del vientre con elementos de expresión corporal, tiene la finalidad de hacer comprender al lector que existen maneras de vencer las barreras inconscientes que impiden un armonioso desarrollo del ser, en tanto unidad física, mental y afectiva indisoluble. Lejos de pretender que la danza del vientre sirva, sin otros elementos que la ayuden, como terapia para ciertas patologías que hacen que el organismo actúe como “desafinado”; sí creo que estamos en condiciones de afirmar que, teniendo en cuenta que los aspectos a trabajar que señala el autor están en muchos casos relacionados estrechamente con la técnica de danza del vientre, y que muchas otras disciplinas se alejan considerablemente de dichas sugerencias, la danza del vientre puede colaborar en la recuperación del equilibrio perdido, obviamente siendo en casos agudos necesarios tratamientos específicos; y que contribuye ampliamente a la conscientización de los mecanismos corporales fundamentales, especialmente los del centro de gravedad y de fuerza vital del organismo (que sabemos, es el que más se trabaja en la danza del vientre tradicional), que es justamente lo que, según el autor, es primordial para comenzar a lograr el auto conocimiento buscado.
Como bailarina, he experimentado una sensación de poder absoluto sólo con practicar un suave movimiento pélvico, sin desplazarme por el espacio. Esta apreciación parecería exagerada a simple vista, pero si notamos que esta zona es además del centro mencionado, donde se encuentran los órganos de asimilación y eliminación, donde se producen las células sexuales dadoras de vida, y finalmente donde en caso de la mujer se produce la gestación, habiendo sido en algún momento canal de vínculo centro a centro entre madre e hijo; no es difícil deducir el porqué de esa fuerza, de esa potencia, que da estabilidad, que se nutre de la tierra, que es el centro de poder de ese microcosmos que es el ser humano. Paradójicamente, como bien señala Dropsky, esta región del cuerpo, que es la central, y con la que debiéramos estar más conectados, resulta de las más oscuras en cuanto a la capacidad que tiene el yo para percibirla, para concientizarla; las regiones más perceptibles dentro de la imagen corporal son las manos, los pies, la cabeza, esta es una zona que soporta las más comunes represiones y bloqueos, su rigidez está relacionada a actitudes defensivas, con negaciones frente al placer y al bienestar que puede dar un vientre relajado y libre.
En mi experiencia, y como habitante indiscutible de esta porción occidental de la Tierra, desde pequeña estuve acostumbrada a esta noción de que lo realmente importante era tener brillantes ideas, que las verdaderas cuestiones reveladoras de los misterios de la vida surgían de las funciones intelectuales, del cerebro; y no es que el pensamiento sea despreciable, es que el ser humano, al ser un todo inseparable, un ser completo, no puede desligar el cuerpo del intelecto; una persona madura debe poder conocer a fondo su cuerpo, sus procesos, sus limitaciones, sus capacidades, y al mismo tiempo ser capaz de pensar, de reflexionar; hoy en día pareciera , y más que nada en esta idea de “virtualización” del hombre, que el cuerpo sobrara en la mayoría de los momentos, que la carne fuera un estorbo en la comunicación con el otro, excepto, claro, en aquellas circunstancias sexuales tan difundidas en los medios donde, por el contrario, el sobrante pareciera ser el espíritu, lo emocional. En ambos casos, se trata de esta concepción filosófica occidental del hombre disociado, del alma como un ente independiente del cuerpo. A este respecto, viene a cuento una frase del autor “…el auto conocimiento experimentado desde el interior, nos parece necesario para contrabalancear el conocimiento que le es posible adquirir sobre los problemas del mismo orden mediante una observación del mundo exterior. En efecto, el conocimiento del mundo exterior por medio de una observación intelectual se halla demasiado a menudo disociado del autoconocimiento…”. Particularmente, la práctica de la danza del vientre me ha dado bases para argumentar a favor de dicha afirmación; dado que me ha demostrado que al comenzar a ser concientes de nuestro cuerpo, de sus posibilidades de acción, de su “estar en el espacio”, todos, absolutamente todos los valores aprendidos de manera meramente intelectual, se resignifican y toman otra dimensión, porque se los comienza a conocer realmente desde uno mismo, pero desde un “ser mismo” completo, íntegro, consolidado.
Ahora bien, resulta interesante tomar la siguiente idea: se sabe que al centro del cuerpo, por su fuerte estructura muscular y ligamentosa corresponde la fuerza y la estabilidad y que la delicadeza y movilidad corresponden a la parte superior del tronco, sin embargo, la danza del vientre “desafía” esta dualidad, y se apoya en esa fuerza muscular del vientre para lograr justamente movimientos delicados y finos. Cabe aclarar que, bajo mi punto de vista, y justamente a favor de este equilibrio buscado, sería necesario realizar algún tipo de ejercicio compensatorio que contrarreste este “control”, para evitar el peligro de que se torne excesivo y le quitemos así su natural libertad.
Señalemos ahora cuáles son los requerimientos básicos necesarios para lograr una armonía tónica, y veamos si la danza del vientre puede contribuir a su concreción:

  • La economía en el esfuerzo. Se trata de obtener el máximo de eficacia con un mínimo desgaste de fuerza.
  • El ritmo. Un movimiento preciso deriva siempre de una alternancia ritmada de tensiones y distensiones.
  • La unidad de todo el cuerpo (en su participación en cada movimiento).
  • Una impresión subjetiva de soltura.

Creo que estos cuatro puntos son cruciales en la correcta ejecución de la danza del vientre. Si bien el autor se refiere tal vez a movimientos más básicos, algunos de ellos involuntarios y no específicamente a una danza; nuestro baile, creo, puede hacer grandes aportes en estos sentidos; la economía en el esfuerzo es ley básica en las danzas en general, obviamente dentro del marco técnico al que se atienen (la danza del vientre sabemos que tiende a no exigir demasiado al cuerpo), el ritmo es un punto que se desarrolla ampliamente, la unidad del cuerpo se ve, justamente en la disociación de las partes del tronco que requiere esta danza, ya que las partes del cuerpo que no se utilizan para realizar ciertos movimientos, deben estar sin embargo armonizadas entre sí, con las tensiones justas y la colocación adecuada. Con respecto a la impresión de soltura, puedo decir que una vez que se cuenta con las bases prácticas necesarias, al bailar la sensación de soltura es evidente, aún a pesar del sumo control que se ejerce sobre el cuerpo en acción.
Finalmente, me gustaría concluir con una reflexión del autor que resume las cuestiones que venimos tratando “…es en la unión de la cabeza con sus valores de conciencia y del vientre con sus valores instintivos donde estriba la única posibilidad de una verdadera madurez humana…” , agrego los factores emocionales, y concluyo que la danza del vientre puede ser una excelente catalizadora de estos tres aspectos del ser humano, que constituyen al ser como unidad, y que en esta búsqueda de autoconociento y este retorno a la propia naturaleza que se ve obturada por la vida en las ciudades occidentales, la danza del vientre es una excelente opción.